Comienzos vibrantes

Comienzos vibrantes

Dejo caerme sobre él y su pecho agitado. Cuando recupero el aliento me tumbo a su lado con una sonrisa dibujada en la cara.

—Déjame descansar cinco minutos y me pongo al lío.

No sé muy bien qué significa ese lío al que se refiere, solo sé que estoy deseando descubrirlo. Mis pezones siguen sin relajarse cuando siento como su mano se acerca a mi bajo vientre. Ronroneo creyendo entender lo que viene. Sus dedos se deslizan diligentes a través de mi humedad que lleva su nombre y yo respondo con intensidad, me muevo para demostrarle el camino que debe seguir. Cuando se comienza a acercar ya me tiene casi hecha, si es que no estoy hecha ya, hasta que un gemido escapa de entre mis labios al mismo tiempo que mi cadera se arquea pidiendo más. Él acelera el ritmo y siento que me inyecta más electricidad de la que puedo aguantar…, pero no. Consigue con cambios de ritmo que aumentan más si cabe el vigor del momento relajarme al mismo tiempo que conseguir que siga en ese balanceo del clímax. Responden los dedos de mis pies, la piel erizándose y mis labios al ser mordidos en mi boca.

—Eres increíble, ya tengo ganas de repetir y aún no hemos acabado.

No me hizo falta más, me subí a su cuerpo y su rostro que quedó entre mis pechos llevando sus manos a ambos lados de ellos mientras los recorría con su lengua. ¿Cómo iba a desaparecer mi humedad cuando su lengua, boca y hasta sus ojos me engullían como si no hubiera un mañana. Cada envestida acompañada de su lengua me deshacían. Me separé quedándome sentada sobre él, erguida para que me viera sobre él mientras mis manos también entraban en juego y acariciaban mis pechos. Mis sonidos susurrantes iban acompañados de embestidas más agresivas y profundas. Gritos ahogados, movimientos acompasados, nada parecía acabar y ¡vaya si me gustaba! Más tiempo después del que esperaba un gemido ronco y audible hacen que sus manos se separen de mi cadera y una sonrisa traviesa conecte con la mía llena de felicidad, vehemencia y deseo.

Se incorpora sentándose frente a mí y aún dentro, me abraza el cuello con sus manos, me besa recorriendo todos los rincones de mi boca y me abraza convirtiéndonos en uno. ¿Quién decía que el sexo solo era algo sucio? Sin duda, aquellos que no lo han vivido como yo… Si nuestros comienzos son así de vibrantes no querría que se acabaran nunca.

Al otro lado

Al otro lado

Me despertaba inquita todas las noches. Era incapaz de dormir más de dos horas seguidas… ¡¿Qué diantres me pasaba?! Ese desconcierto no tenía ningún significado para mí, nada de lo que pudiera imaginar me daba una explicación, hasta aquella tarde.

Para variar, y por no escuchar las mismas palabras y reprimendas de mi madre, me sumergí en el ordenador y un chat. Pero chat de esos en los que solo puedes hablar y dar permiso a que entren las personas que tú quieres. Mientras comía las patatas fritas que había conseguido esconder de las fauces de mis padres, mi corazón comenzaba a retumbar contra mi caza torácica como si de un tambor de tratara.

Era ÉL. Sí. ÉL. Al otro lado… pero ÉL.

No sabía bien que estaba pasando, solo que aumentaban mis ganas de llevarme más patatas a la boca, y mi corazón cada vez tenía menos ganas de tranquilizarse. «¡¿En serio al otro lado estaba el chico más malote y buenorro del grupo?! No podía ser, ¿¿hablando solo conmigo y proponiéndome que le acompañara a no sé qué en el centro comercial más cercano a mi casa??». Me tuve que separar de la mesa y no mirar así su última frase donde me pedía que le acompañara. Estaba desconcertada, sí, era consciente, pero ¿veía vehemencia en sus palabras?, ¿incluso picardía? No, imposible, yo medía poco más de metro y medio y el resto de chicas del grupo eran altas y delgadas. No, no, no, no podía ser. Según andaba en círculos por la habitación me di cuenta que no solo era mi corazón el que estaba desbocado, también mi entrepierna parecía tener algo que decir con tanta humedad. «¡¿Es lo que yo creo?! ¿Está respondiendo mi sexo antes que mis?» No lo pensé más y le contesté que sí, no tenía otra cosa que hacer y así salía de casa un rato. O eso quise creerme.

Me costó vestirme, no os voy a engañar, los pantalones no parecían querer recorrer mis piernas hasta la cintura dado el temblor que tenían estas. Cuando por fin lo conseguí, las siguientes dudas era si la camiseta tenía que ser o no sexy, si maquillarme y hacerle pensar que era por él o si presentarme con la cara lavada sería el mejor mensaje. Después de unos minutos lo tuve claro, nada de maquillaje, significara para él lo que significara. Y bueno, la camiseta no es que fuera más o menos sexy, es que en verano siempre se va más carne.

Subía las escaleras del metro más nerviosa aún de lo que estaba en mi habitación. Menos mal que eran mecánicas, sino hubiera sido imposible mantener el equilibro de una forma lo suficientemente natural como para no descender por ellas como una pelota. Cuando al fin llegué arriba comenzaba la parte más difícil de mi plan: Parecer despreocupada. «Oh, mierda, ahí estaba él con pantalones raídos y un expresión de mayor despreocupación de lo que seguro era la mía». Gracias a Dios fue él quien se acercó y así no tuve que dar ni un paso siquiera. Tras comprar algo que decía necesitar y yo ahora mismo ni recuerdo, me propuso ir a su casa ya que sus padres estaban fuera de la ciudad.

Cuando entramos por la puerta descubrí lo que era de verdad un temblor de piernas. Me dijo que pasara a sentarme al salón mientras él iba a por algo de beber y unas patatas. «¡Como si yo no hubiera tomado suficientes patatas ya! Pero nada salió por mi boca y me dirigí al salón». Sabía dónde se encontraba el salón después de tantas fiestas, pero esta era muy diferente. Solo para dos…

Era ÉL. Sí. ÉL. Al otro lado… pero ÉL.

No podía sentarme, siempre fui de culo inquieto, pero en ese momento no había nada en mi cuerpo que se comportara de manera tranquila, así que me quedé de pie mirando por la ventana. Un paisaje, que a pesar de tener muy visto, siempre me había encantado. ¡Una gasolinera! Ya veis qué bonito, pero era sin duda lo que significa: ¡¡Su casa!! Que no hubiera nadie más excepto nosotros…

—Lo dejo todo en la mesa, o prefieres que lo acerque al sofá.

Al darme la vuelta y ver su expresión me pareció ver algo muy similar a lo que yo había sentido tras haber hablado frente al ordenador.

—Tranquilo, en la mesa está bien.

Me acerqué al sofá solo por no tener la obligación de decir algo más y él hizo lo mismo tras coger el mando a distancia de la televisión. Al encenderla salió la típica película que emiten en verano cuando saben que la mayoría de la gente está disfrutando del buen tiempo fuera de casa. Estuvimos un rato en silencio mientras comíamos las dichosas patatas que seguro iba a coger tirria cuando todo aquello, fuera lo que fuese, acabara.

¡Y ahí estaba! La escena hot que da a entender lo que harían los protagonistas aunque poco se viera. Otra vez esa humedad. Quise ver su expresión por el rabillo del ojo, pero no pude intuir nada. Igual era mi inseguridad, «¡¡¿¿pero cómo no iba a estar insegura tratándose de él??!!» En ese momento me pareció sentir por los movimientos de los cojines que se había revuelto despacio. Era el momento, tenía que saber si su mirada me transmitía algo o quizá todo volvía a ser producto de mi imaginación. Giré la cara y nuestros ojos se encontraron como puñales queriendo encontrarse. Fui testigo de primera mano de cómo todo su cuerpo se acercaba, en mi cabeza a un segundo por hora, pero seguro que en la realidad alejada de mi mente, todo fue más rápido. Ahí estaban. Sus labios, dulces como la seda y esponjosos como las nubes que se compraban cuando éramos pequeños. Nada de humedad, mi sexo se estremecía como nunca antes, llamaba a gritos al suyo…, «¡¿pero no era muy pronto para dar ese paso?!» Qué iba a ser pronto si llevábamos juntos en el mismo grupo de amigos muchos años ya, como todos los que yo le había deseado en mi cama, sobre mí, dentro de mí, entre mis piernas… Dejé de pensar y me subí a horcajadas sobre él, y sintiendo aquello que podía sentirse entre sus piernas él estaba encantado con mi decisión. Mis manos abrazaban su cuello mientras mis pellos sentían su cuerpo y se erizaban a la espera de un contacto diferente que terminara de expulsar de mi cuerpo aquella descarga eléctrica. Sus manos se introdujeron por debajo de mi camiseta minimalista de tirantes, pero no parecían atreverse a subir de mi cintura, así que de nuevo me comporté como antes, aunque nunca hubiera pensado que sería capaz. Me separé y quité la camiseta dejando mi mejor sujetador frente a él. La dilatación de sus pupilas y algo más que sentía debajo de mí, reafirmaron que había tomado la decisión correcta. A partir de ese momento todo cambió. Me cogió de las caderas para colocarme tumbada sobre el sofá antes de tenderse obre mí con ambos codos a mis lados.

Era ÉL. Sí. ÉL. Al otro lado… pero ÉL.

No podía creerlo. Estaba sucediendo y rezaba bien fuerte en mi interior que no fuera un sueño. Su lengua me devoraba mientras no dejaba de sentir que lo que esperaba más abajo era maravillosamente increíble. Sus manos estaban centradas en mi pecho y desabrochar mi sujetador al mismo tiempo que yo deseaba desbrochar su pantalón. Cuando lo consiguió y sopló de manera sutil en mis pezones, un sollozo ahogado no pudo mantenerse por más tiempo dentro de mí. Su respuesta fue una sonrisa rebelde y el cambio de objetivo en sus manos, que bajaron a sus pantalones. Dejó uno de mis pechos dentro de su boca sin dejar de lamerlo cuando separó su cadera y bajó los vaqueros y su ropa interior. «Esto es mucho mejor de lo que nunca había imaginado y la mirada de deseo en sus ojos ya no tiene descripción posible». En ese momento se sentó frente a mí y mi expresión de confusión antes de hablar.

—No hace falta que sigamos adelante, de verdad, solo tú decides hasta dónde quieres llegar.

En ese momento terminó de ganarme si no lo había hecho ya desde el saludo en el chat. Me incorporé como pude y tras sonreír de la manera más penetrante que pude, solo le pregunté si tenía protección cerca. Sin añadir nada estiró el brazo a la mesita junto al lateral del sofá, lo colocó más rápido de lo que yo había visto jamás y sin ninguna vergüenza comprobó con sus dedos si todo estaba listo. Estaba claro que no había ninguna duda, así que se alojó entre mis paredes ávidas de él y el baile comenzó. Las embestidas eran más fuertes según pasaban los minutos y sus labios no dejaban a mis pezones relajarse. Aquello parecía no parar, pasaban los minutos y su excitación no quería alejarse del hogar que parecía haber encontrado en mi interior. Tras lo que me pareció una deliciosa eternidad, gruñó de manera rugosa y dejó escapar todo el aire de sus pulmones.

—Tranquila, nena, ahora te toca a ti.

AFTER LIFE

AFTER LIFE

Hacía mucho que no tenía una disyuntiva así, normalmente tengo claro en qué blog desahogar lo que quiero decir, pero en esta ocasión es un cómputo de emociones. Esta serie lo despertó todo, las emociones, la enfermedad, los sentimientos, las lágrimas y las sonrisas.

No haré espóiler, ni se me ocurriría, quiero que verla sea un sorpresa que descubra cómo responde el cuerpo a lo que ve, si bien es cierto que en seguida pensé en recomendarla a dos amigos con los que trabajé y su manera de ver la vida se refleja al cien por cien en esta serie. Pero bueno, empecemos…

Un punto de inflexión en la vida del protagonista es lo que le lleva a comportarse como lo hace, pero sin perder su esencia, esa que le lleva a continuar cada día de la mejor forma que puede. Una de esas formas hace que se encuentre con la mujer de la foto; buena persona, empática y cariñosa. Y así, sin esperarlo, empieza a interaccionar con la vida como nunca lo hubiera imaginado. La edad del protagonista ya le hace llevar a las espaldas muchas experiencias, pero él solo recuerda las buenas. Esas que le hacen no dejar de recordar y quizá por eso, no vivir el presente o vivirlo de recuerdos, todo lo contrario que ocurre con la mujer que comparte banco. Un banco que dependiendo de quien observa puede ser confesionario, pub o cafetería, ya que en él se pueden oír todas las reflexiones que se podrían esperar de cualquiera de esos sitios, aunque no se pueda entender cómo puedes liberarte de igual manera en un bar con los amigos que un confesionario con los amigos.

El sarcasmo mueve su vida, de una manera satírica con un toque gracioso que hace imposible no dibujar una sonrisa en la cara, sorpresa y admiración. Todo al mismo tiempo. Sus amigos no saben si odiarle o quererle; si tirarle por la ventana o no dejar de abrazarle… En su vida todo es un contaste contraste que debe convivir con lo que realmente quiere y no puede tener.

¿No es así en muchas ocasiones el día a día de los enfermos crónicos junto con sus familiares y amigos? Por mi parte tuve la suerte de poder compartir momentos con personas así que entraban en guerra con mi cronicidad, mis cambios de humor y la montaña rusa que supone una enfermedad en la mayoría de los casos. ¡Y gracias a Dios! Hicieron y hacen de mi vida, algo que merece recordar cada día, ¡qué digo cada día! Cada momento, segundo, carcajada y lágrima se convierten en un guion perfecto para una película merecedora de Óscar.

Si tenéis la posibilidad de verla, hacedlo, y ya de paso compartimos opiniones… Porque sí, esta serie ha despertado emociones que ni siquiera sabía que tenía.

Puertas que se deslizan

Puertas que se deslizan

Pues esta es mi pequeña contribución a una vida, que por suerte… No viví, ni vivo sola.

¿Cómo explicar lo que sucede a lo largo de once años de tu vida? ¿El preludio? ¿Lo que pasará después sin poder imaginarlo?

Si debo elegir un principio, serían las redes sociales, esas primeras antes de que todo evolucionara y fueramos aún inocentes. No me entretendré más en esa época, que si bien fueron tres años,no fue lo que provocaron sino a donde me llevaron; cambios de amistades, cambio de vida, adolescencia universitaria, independencia personal respecto a la vida conocida hasta el momento… Y Él. Él que nunca esperé pudiera fijarse en mí, Él al que en mis pensamientos intentaba emparejar con las amigas que consideraba merecérselo más que yo. Pero…, un momento. ¿No tenía ya pareja para tener esos pensamientos? ¿Qué me quería decir eso? Ya fuera por mi edad, mi inseguridad o mi forma de ser aún no desarrollada en esos temas, el mundo parecía querer despertarme a algo que aunque desconocía, sin duda me merecía. De nuevo volvimos a esas redes sociales que provocó una quedada a solas. Sin mi novio, sin nuestros amigos…

Estaba ilusionada por cambiar de ambiente, sentirme libre y no encerrada en una relación que aún no me había dado cuenta de cuánto me limitaba. Pero… ¡¡Vaya tarde!! Me encontraba tranquila, fuimos a tomar unas cocacolas a su casa, vimos un rato la tele y antes de despedirme… Nos besamos. Pero no creáis que fue de esos húmedos de tornillo, no. No fue uno inesperado que comenzó en la comisura y buscó algo más. Ese algo que nos hizo separarnos con las piernas flaqueando. Esa noche en la cena con mi pareja, ya podeis imaginar todo lo que bullía por mi cabeza. Pensamientos encontrados. Dudas. Encontronazos conmigo misma…, hasta que llegué a casa. Tumbada en la cama no dejaba de pensar en Él. Nuestro beso. Cómo me había sentido y sentía en ese momeno hasta que una notificación llegó a mi teléfono móvil sonó y me senté con un impulso que hablaba por si solo. A partir de ahí, toda un noche de mensajes hasta que el saldo del teléfono desapareció y cortó de la manera más infantil posible. A la mañana siguiente, en cuanto abrieron los estancos, bajé al más cercano y recargué con todo el dinero que pude. De vuelta a casa, le escribí mientras él dormía plácidamente.

Creo sin dudar en el destino. En ocasiones lento, en ocasiones presentándose cuando menos falta creemos necesitar… Pero siempre con una enseñanza que antes o después nos servirá. Y ese destino, llevó a mi pareja a otro país durante un mes y yo…, me dejé llevar. Por mí. Por lo que sentía. Pero la realidad que en algún momento deseé y al fin, aunque de una manera diferente, había llegado. No lo pensamos y solo vivimos. Las cuatro semanas más intensas, felices y que no podían estar enseñándome más. Puede parecer cruel y hasta mezquino, pero algo me decía que vivía una biburcación que podá cambiar mi vida… Y así lo hizo.

Nuestro grupo de amigos se disgregó, a mi me destinaron en el trabajo a 400 km y mi pareja en ese momento acudía las veces que podía a verme mientras dejaba las cosas más o menos organizadas con los amigos que se habían quedo a su lado. Vamos, los de verdad y en mi caso, cuando todo se normalizó, mi salud entró en juego. Tanta angustia por las relaciones, el cambio de domicilio, la falta de cercanía, la soledad… ¿Pero quién estuvo allí? Él, siempre Él. Ayudando a mis padres en viajar lo más rápido posible a un hospital tan lejano, a pedir días en su trabajo para poder ir a verme… No me enrollaré ni con mi enfermedad que aún da coletazos, ni con las relaciones que se alejaron (no serían verdaderas), solo diré que once años después, la vida te depara lo que mereces a pesar de los pesares. Una dura enfermedad, sí, pero la mejor persona con la que poder vivir…

Solo puedo dar las gracias, porque si muchos vienen y van, hay alguien que siempre está. Con paciencia infinita y trato aún mejor… GRACIAS GRACIAS GRACIAS. Muchas puertas se deslizan y hay que observar lo que nos trae cada una de ellas… Algunas para aprender, otras para descartar. Solo nosotros podemos decidirlo.

Grabado a fuego

Grabado a fuego

Sus dedos se enredaban con mis mechones. Y así, comenzaría un viaje que no parecía tener final. Años después, ese beso, esa mirada, esas manos…, seguían presentes como si hubiera pasado ayer, como si el tiempo se hubiera detenido. ¿Cómo era posible que un momento compartido siguiera presente en todo mi cuerpo y mi mente?

¡¿Cómo?!

Así, sin saberlo, una corriente eléctrica sin enchufes ni facturas de luz, entraba en mi vida para ser el punto de referencia desde donde se valorara un antes y un después. ¡Y vaya después! Soñar era un suplicio sabiendo que nunca podría ser real, que las bifurcaciones de ambos iban en direcciones contrarias, tanto, que desconocía si para él era solo un recuerdo, o eso que pasó en aquel momento de aquella época. Me negaba a ser solo eso, una reminiscencia, una muesca, un eso que pasó. Pero aquel pensamiento era creado por mi mente, no el corazón, ese que palpitaba más fuerte y rápido cuando pensaba en aquello; cuando veía sus señales de vida por alguna red social de todas las que hay. Quizá no pasó, ¿o eso es otra estratagema de mi mente en su intento de salvarse a tiempo de un barco que se hunde sin remedio ni vuelta atrás… Y de nuevo ese atrás, pero ¿no es de eso de lo que se aprende? Y lo aprendí de ti, de nuestro momento, de ese que quedó grabado a fuego sin poder evitarlo.

Pero tú sí lo evitaste; que fuera más de lo que en realidad fue. Conseguiste guardarlo en un pequeño recodo de tu mente, al que solo accedes, cuando lo necesitas o tienes tiempo. Mientras que yo siempre lo tengo presente, no encontré dónde esconderlo… Ni quizá quiero.

¡¿Cómo?! ¡¿Cómo lo conseguiste?!

Si nunca lo sé, puede que forme parte de ese sueño, que en el fondo (y en la superficie), no quiero que termine. ¿Masoquista? Quizá……. ¿Vosotros qué pensáis?

Quizá solo yo.

Quizá solo yo.

Y de nuevo esos escalofríos acompañados de nauseas con nombre propio. Uno que había olvidado, o eso pensaba, hace meses. Pero no. Esa imagen cada vez más deslumbrante. Esos detalles que con toda seguridad solo veía yo. Esa… ¡Qué más da! Era y sigue siendo él. Ese siempre, que como su definición da a entender, no desaparece. En ocasiones se desdibuja, en otras se hace más llamativa. Pero siempre está de manera constante y sentida. Siempre presente en ese rinconcito de mi corazón cuyo espacio está ya reservado para la eternidad. Una, que por circunstancias, no se presenta como debería.

Me siento sobre la cama con los pies sobre el suelo. El frío de este me hace sentir más viva que en mis sueños imposibles. Oigo a mi concienza carcajearse de mí, pero no estoy dispuesta a dejarla ganar. Sé lo que sentí en aquel momento y que aún ahora está presente corriendo por mi torrente sanguíneo, alocado buscando un hogar seguro donde refugiarse de todas las opiniones que cada vez son más sempiternas y nada ajenas. Su origen está en mi interior, soy mi peor demonio y el peor cadáver de mi armario. Lejos de sentir la muerte y el olvido, está más vivo que mi cuerpo y mentalidad. Observo la vida de quien me rodeo y la siento plena. Desde fuera, sí. Pero plena, ¿por qué si no es así saben demostrar lo contrario sin lugar a dudas?

Arrugo la nariz. Me froto la cara y ya en pie el blanco de la pared frente a mí parece sonreírme. Un lienzo donde poder dibujar un nuevo día. Libre de todas las ensoñaciones nocturnas que me atormentan. Me dirijo a la cocina donde enciendo la cafetera. El sonido del goteo cayendo dentro del recipiente me renueva aún sin haberlo saboreado por mis papilas gustativas. Cuando termina de hacerse el café y extraigo su contenido y este cae sobre los azulejos de manera estridente. Me asusto y me echo hacia detrás.¡Qué sorpresa! El día de hoy va a tener el mismo dibujo oscuro sobre la pared que los días anteriores. ¡No! ¡No voy a rendirme frente a las circunstancias! Mis sueños igual seguirán siendo sus besos sobre mi piel, sus manos en mis cortornos, su mirada en la mía y viceversa. Seremos uno con la unión de nuestros cuerpos, una unión que lejos de sexo es un acto más profundo que eso; es complicidad, sentimiento, unión, destino… VIDA.

Quizá solo yo forma parte de mi vida. Quizá solo yo es lo verdaderamente. Quizá… solo yo.

Toboganes.

Toboganes.

Miraba las fotos deseando que lo que reflejaban fuera tan real como parecía. Por fin creía haber encontrado la escapada perfecta de cuatro días con sus amigos. Desconocía si la sangre llegaría al río o si sería un punto de inflexión en la relación que les unía a todos. Mientras hacía la maleta soñaba despierta y era consciente de que así no podría meter en ella todo lo lo necesario para su viaje, así que se sentó sobre la cama y se echó para atrás deseando que no fuera solo un gran sueño sino una maravillosa realidad. Una notificación en el móvil la devolvió a su habitación, la ropa tirada sobre la cama, el armario abierto y la maleta a la espera de ser alimentada por todo lo que podría ver algo más allá de esas cuatro paredes de su casa en la ciudad. Decidió dejarlo por un tiempo e irse al sofá y trastear con el móvil para ver quién se había acordado de ella.

Dos días después conducía de camino a La Marina; un camping con villas para seis personas y todos los lujos que necesitaban después del año tan perturbado, si podía llamarlo así, del que habían sido testigos sin quererlo. Cuando llegaron, sus bocas no podían cerrarse frente a lo que tenían delante. Dejaron las maletas y fueron a dar una vuelta para ver las instalaciones: un supermercado detrás de la villa, una piscina que más parecía un parque de atracciones con todos los toboganes imaginables y varios restaurantes para todos los bolsillos. Celia no podía dejar de reír como una niña pequeña mientras que por las expresiones de los chicos del grupo se podía ver la diversión en una descripción grafica difícil de ocultar . Al terminar fueron a hacer la compra antes de volver a la villa y cuando llegaron, apenas tardaron cinco minutos en ponerse los bañadores.

Tumbada sobre la hamaca, Celia se reía con su amiga Ruth de las gamberradas de sus amigos en los toboganes como si fueran niños pequeños. Después comieron un delicioso arroz con bogavante y algunos volvieron a ser niños en el agua, mientras otros decidieron ir a echarse un rato.

Celia intentaba conciliar el sueño cuando oyó como Alberto entraba en la habitación y se tumbaba a su lado. La abrazó por detrás y ella prefirió no darse la vuelta ni decir nada. Todo era demasiado perfecto. Una hora más tarde cuando despertó, su cama estaba vacía y un maravilloso olor a café inundó la habitación. Se puso despacio en pie y cuando salió al salón ahí estaba; una preciosa sonrisa en el quicio de la puerta junto a una taza de café mirándola, como si se tratara de una revelación a la que enfrentarse y sabía no podría evitar por más tiempo. Se acercó y justo cuando iba a acompañar su bebida con el sabor de sus labios, todos entraron como una estampida de agua y risas.

Celia los miraba emocionada al ver cómo los eternos toboganes habían dejado atrás los problemas diarios. Habían conseguido que al llegar al agua esta les purificara a todos para una nueva etapa; todo lo vivido podía quedar atrás. Solo tenían por delante un papel en blanco donde reescribir cada día.

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