Y ahí estaba ella, con el móvil entre las manos abriendo el wasap cuando leyó: «¿Dónde estás? Nadie en tu familia o amigos sabe qué haces ni con quién…«. No le hizo falta leer más, tiró el móvil lo más lejos que pudo y se lamentó de que no se hubiera roto en pedazos contra el suelo. Refunfuñó en silencio cuanto pudo, pero no le sirvió de nada. En ese momento su acompañante de aquel día tan peculiar apareció en el umbral de la puerta y solo preguntó si se encontraba bien. Ella asintió con la cabeza y solo pudo levantarse para ir hacia él y abrazarle. En ese momento supo que él no era la respuesta. Ni él ni nadie, solo ella misma podía salir de esa encrucijada en la que se había metido por no escucharse. No oír a su corazón… Así que se separó despacio de su acompañante por un día, sonrió, le besó en la comisura de los labios y se alejó despacio a por su bolso y salir de ahí, de nuevo sin rumbo fijo.
Según abandonaba el portal y entraba en la oscura noche, ya bien entrada en el horizonte y sobre ella, se vio de nuevo sin rumbo fijo, pero sin aguacero esta vez fundiéndose con su cuerpo, se puso en marcha hacia aquel parque, que con la organización de su escalones, le recordaba al anfiteatro romano que hacía tantos años ya había visitado. Se sentó, y observó al horizonte buscando una respuesta, una señal que confirmara que la decisión que había tomado era la correcta.
—No esperaba encontrarte aquí. —Ella se sobresaltó girándose hacía donde venía a voz y le vio.
—¿Qué haces tú aquí?
—Donde voy a estar sino es contigo.
—Todas esas palabras quedan muy bien en el aire, pero perdiste la oportunidad de demostrarlas… Ya es demasiado tarde.
—¿Con esas estamos? —Y puso los ojos en blanco como era tan habitual en él—. Pues decidido entonces, cada uno por su lado.
—Pues no veo que te muevas…
Cuando vio como se levantó y despareció entre las tinieblas que habían aparecido desde que él había llegado, al fin obtuvo la confirmación que necesitaba. Solo ella. Primero debía encontrarse y reconciliarse consigo misma, y luego llegaría quién podría completarla, si es que lo necesitaba.
Siempre había sido el color que resaltaba entre las flores mustias, y no pensaba dejar de hacerlo.