Comienzos vibrantes

Comienzos vibrantes

Dejo caerme sobre él y su pecho agitado. Cuando recupero el aliento me tumbo a su lado con una sonrisa dibujada en la cara.

—Déjame descansar cinco minutos y me pongo al lío.

No sé muy bien qué significa ese lío al que se refiere, solo sé que estoy deseando descubrirlo. Mis pezones siguen sin relajarse cuando siento como su mano se acerca a mi bajo vientre. Ronroneo creyendo entender lo que viene. Sus dedos se deslizan diligentes a través de mi humedad que lleva su nombre y yo respondo con intensidad, me muevo para demostrarle el camino que debe seguir. Cuando se comienza a acercar ya me tiene casi hecha, si es que no estoy hecha ya, hasta que un gemido escapa de entre mis labios al mismo tiempo que mi cadera se arquea pidiendo más. Él acelera el ritmo y siento que me inyecta más electricidad de la que puedo aguantar…, pero no. Consigue con cambios de ritmo que aumentan más si cabe el vigor del momento relajarme al mismo tiempo que conseguir que siga en ese balanceo del clímax. Responden los dedos de mis pies, la piel erizándose y mis labios al ser mordidos en mi boca.

—Eres increíble, ya tengo ganas de repetir y aún no hemos acabado.

No me hizo falta más, me subí a su cuerpo y su rostro que quedó entre mis pechos llevando sus manos a ambos lados de ellos mientras los recorría con su lengua. ¿Cómo iba a desaparecer mi humedad cuando su lengua, boca y hasta sus ojos me engullían como si no hubiera un mañana. Cada envestida acompañada de su lengua me deshacían. Me separé quedándome sentada sobre él, erguida para que me viera sobre él mientras mis manos también entraban en juego y acariciaban mis pechos. Mis sonidos susurrantes iban acompañados de embestidas más agresivas y profundas. Gritos ahogados, movimientos acompasados, nada parecía acabar y ¡vaya si me gustaba! Más tiempo después del que esperaba un gemido ronco y audible hacen que sus manos se separen de mi cadera y una sonrisa traviesa conecte con la mía llena de felicidad, vehemencia y deseo.

Se incorpora sentándose frente a mí y aún dentro, me abraza el cuello con sus manos, me besa recorriendo todos los rincones de mi boca y me abraza convirtiéndonos en uno. ¿Quién decía que el sexo solo era algo sucio? Sin duda, aquellos que no lo han vivido como yo… Si nuestros comienzos son así de vibrantes no querría que se acabaran nunca.

Borrón y cuenta nueva

Borrón y cuenta nueva

Se movía entre sus piernas intentando olvidar el mundo, creando uno nuevo y mucho más placentero… aunque durara solo unos minutos. Bajo ella solo un gesto de placer; gruñidos cada vez más ahogados, casi en un tono quedo que parecía fusionarse con el ambiente de la habitación. No sabía quién era y tampoco la importaba. Eran tiempos convulsos y solo se dejaba llevar por sus emociones. Quien subyacía bajo sus caderas no importaba, le diría que se fuera tras terminar el baile y cuando saliera el sol sería otro día.

Remoloneó entre las sábanas y una leve sensación de placer volvió entre sus piernas, pero se difuminó al verse sola. Cerró con fuerza los ojos, se sentó con los pies descalzos sobre el frío suelo y se dirigió a la ducha. Tuvo unos leves recuerdos pero intensos, de lo vivido la noche anterior cuando la presión del agua del grifó rozaba esa zona tan íntima. Con intensidad, ojos cerrados y apoyada en la pared, unos sollozos siseantes emergían unidos al vapor del agua. Cuando salió del baño cogió su móvil y se cercioró de que no había nada en él; ningún wasap o llamada perdida. Nada. Solo ella de nuevo, ella y la soledad más apremiante. Buscó en su agenda y quedó con David, un amigo de toda la vida, en la cafetería de siempre.

—Otra vez, ¿verdad?

—No me juzgues, hace tiempo tú también lo disfrutaste.

—Y te diré que tú también parecías hacerlo. Tú expresión sobre mí no dejó lugar a dudas —replicó con gesto sombrío junto a una ráfaga de aire frío, propia de diciembre, que sin presentarse se unió a la conversación.

—Así es más fácil, de verdad. No hay malos entendidos y las cosas quedan claras sin llamadas tensas y violentas.

—Muy bien, pero no olvides que tu ansia, afán o apetito físico —como lo quieras llamar—, no llenará el vacío que en realidad tienes.

Tras el café con él volvió a esa casa al que costaba llamarla hogar, con paredes que parecían increparla por el ambiente opaco que cada vez era más intenso, quizá por la cercanía de la Navidad. Paola sacudió la cabeza y continuó sin pensar mientras ordenaba en casa lo que solo estaba desordenado en su cabeza. Una notificación en el móvil la alejó de sus pensamientos y fue corriendo. Al llegar frente a él observó como la cita de anoche parpadeaba a la espera de su repuesta. Descolgó y solo pudo explicar lo que creía haber dejado claro anoche. «Al final David va a tener razón», reflexionó para sí. Los días siguientes transcurrieron sin cambios. Desconocidos se paseaban por casa como si de una pasarela se trataba sin llenar el vacío que de verdad tenía en su interior. Excepto Juan, ese último momento físico que no entendió (o más bien no quiso hacerlo) lo que Paola pensó haber dejado obvio.

Un día tras llegar a casa llamaron a la puerta y cuando abrió se encontró la David y su expresión de padre previa a una bronca de las gordas.

—¿Tan grave es?

—Si me lo preguntas y estoy aquí, sabes que sí —respondió solemne.

—Anda pasa y déjate de monsergas. —Cerró la puerta e inspiró todo el aire que pudo—. Escupe y no te hagas de rogar.

—No te lo había dicho hasta ahora, pero creo que después del año que llevas y con la cercanía de Nochevieja, he de decírtelo.

—Me estas poniendo nerviosa y no creo que sea tan espinoso el tema. ¿Quieres que volvamos a hacerlo tú y yo? ¿Es eso?

—No tienes remedio. —Y una mueca parecida a una sonrisa se dibujó en su cara—. Me cae bien ese chico, es bueno para ti, y creo que ya va siendo hora de olvides lo que fuera que te hizo tanto daño y le des una oportunidad a Juan.

—¿Es eso? Pensé que apenas le conocías. —Se quedó unos segundos en silencio antes de volver a hablar—: Está bien, no estuvo nada mal, la verdad. No me costará trabajo.

—Le conozco lo justo para dejarlo entrar en tu vida y por lo tanto, en la mía. Pasa Nochevieja con él; comienza un nuevo año con alguien que no deja de preguntar por ti; insiste en verte y podría ser ese alguien con el que estuvieras de verdad a gusto. Y no solo para acostarte con él, que nos conocemos. Estaremos todos en mi casa. Dale otra oportunidad, por favor.

—Muy bien, papá. Te haré caso y me fiaré de ti —respondió con los ojos en blanco.

Frente al espejo quiso estar preciosa sin maquillarse en exceso. Ojos ahumados, rojo intenso en labios y una ropa interior de infarto bajo un vestido fabuloso. Al terminar retó a su mirada, pero el espejo solo le devolvió una réplica que le provocó pavor. Apartó la vista, fue hacia la puerta y tras coger las llaves cerró la puerta con un sonoro portazo que le hizo sentir como si le hubiera dado una patada en el culo al año que al fin terminaba.

En casa de David no faltaba ninguno de los hombres que habían pasado por su cama y se estremeció al darse cuenta de que eran demasiados. Echó un vistazo rápido y la mirada penetrante de Juan consiguió una de vuelta por parte de ella aún más intensa, si eso era posible. Fue a por una copa y se lo encontró al volver al salón interceptándola el paso.

—¿Ese vestido es para mí?

—Puede, ¿eso quieres? —respondió Paola relamiéndose el labio inferior.

—Igual tengo que partir la cara a muchos de los que están ahí, pero no me importa. Sé que merece la pena.

Paola quiso comerle esos labios carnosos, pero se contuvo y consiguió zafarse de su cuerpo para volver donde estaban todos.

—¿Algún progreso? —La sobresaltó David al sentarse en un pequeño sofá frente a los canapés.

—¡Sí! No nos lo hemos montado ni en la encimera ni encima de la lavadora. ¿Bien? —replicó alzando las cejas.

—No tienes remedio.

La noche pasó más animada de lo que pensó en un principio con tanto polvo junto, hasta que las campanadas hicieron que Juan se colocara junto a ella y al entrar en el Año Nuevo fuera él quién se lanzara a besarla.

—Comprendo por la viveza de tu parte que me das otra oportunidad, ¿o solo son estas ganas locas que tengo de estar contigo?

—Es momento de borrón y cuenta nueva. Borraré a todos esos —dijo en silencio señalando a todos los que estaban alrededor— y tu serás mi cuenta nueva. Pero cuenta de sexo y planes. Un completo.

Se miraron y esta vez sí, el beso fue lento, disfrutándolo, sin ansia sabiendo que habría muchos más…