Vibraciones

Vibraciones

Un beso. Una caricia. Un momento.

Coctelera y el resultado es el cariño, el sexo y si se tiene suerte… EL AMOR.

Así pasó hace ya casi tanto tiempo que no recuerdo si eran hormonas o vibraciones; su movimiento, su magnitud, su efecto en mí… o incluso el mundo. ¿Provocaría un terremoto? Ya sabemos que pasa con el efecto mariposa, pero a mí me paso exactamente lo mismo sin necesidad de ir a la otra punta del mundo. Cómo y de qué manera ya es otra historia, ¿queréis conocerla?

Todo empieza por chico conoce a chica, pero más que conocer lo nuestro fue un trastazo. Nada de miradas compartidas en un pub de moda mientras el resto del mundo no se entera de nada. No. Lo nuestro costó Dios y ayuda mantenerlo en secreto. Estábamos en el mismo grupo de amigos, y a pesar de que la capital es muy grande allá donde miráramos había un amigo, un conocido y hasta algún familiar de esos que no ves nunca, pero hay que responder al encuentro con alegría desmedida que esperas no levante sospechas. Y creo que fueron precisamente todas aquellas emociones de querer mantener aquello fuera en secreto, lo que aumentaba aún más si cabe la velocidad de nuestras palpitaciones, el riego sanguíneo y el deseo de estar piel con piel. Ese estado de piel con piel que hacía que llegara a casa con los labios hinchados de no separarnos anhelando algo más. ¡Bueno! ¿Qué algo más? Muuucho más. Nuestro escondite para mí era de película, una especie de bosque que mis padres siempre pensaron muy alejado de casa —para luego descubrir que apenas eran diez minutos—, el abrigo de la oscuridad que mecía los árboles mientras nosotros descubríamos cuál era la intimidad real más allá de contarnos secretos. Fueron unas semanas donde el tiempo y el espacio para nosotros solo tenía una dimensión: la nuestra. En el mismo momento que mis manos cruzaron el límite de su bragueta y las suyas se cernían sobre mi ropa interior, las vibraciones se fusionaron con el Universo perdiéndose en él. ¿Qué era aquello? ¿Por qué no lo había sentido antes? Entendedme, me había acostado con otros chicos, pero aquello no era acostarse con una persona con la que se tiene una relación.

No.

Los otros chicos habían supuesto momentos sin más, sí, se recuerdan, pero lo de aquel chico iba mucho más allá. Cada momento era fetén, cada vez que nuestras lenguas se enredaban nuestro mundo daba un vuelco… hasta que el mundo dio un giro de ciento ochenta grados y cuando su sexo se introdujo en mí; tenso, férreo, compacto, no hubo tiempo, espacio, obligaciones o vete a saber qué que nos alejara de esa sensación. Su sexo dentro de mí, navegando por mis mansas y abundantes aguas hacía que nuestras miradas hablaran lo que no éramos capaces de expresar con palabras. Esas pupilas dilatadas. Esa profundidad donde no nos importaba perdernos. Cada embestida pedía otra más, mi cuerpo encima de él le imploraba no parar. Momentos que hicieran a la realidad no volver porque la realidad era esa; nuestros cuerpos desnudos y sudorosos al son de gemidos que no estaban dispuestos a detenerse. Yo sentía como él bailaba dentro de mí, él como mis caderas trenzaban una unión perfecta. Una hilaridad sin limites. Un encuentro eterno. Un nosotros imposible de separar.

Pero ¿Y ahora? ¿Dónde quedaron esos cuerpos desnudos y perlados? En otra realidad sí, pero una construida por nosotros. La nuestra, esa que a nosotros nos completa y nadie más puede entender… esa es la verdadera . Un sexo de vibraciones, unas miradas dialogantes… unos cuerpos que se buscan tanto en los buenos momentos como en los malos.

Esta es la conexión que todo el mundo debería experimentar sin necesidad de dar explicaciones.

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