Comienzos

Comienzos

Hace un año (que no unos días como le gusta hacer la gracia a la gente), todo era perfecto, y cuando digo perfecto es totalmente así, perfecto en todo el significado de la palabra. Será mejor que os ponga en antecedentes.

Llevábamos juntos cinco años y fuimos a celebrarlo donde todo empezó. No sé si la idea fue suya o mía, pero cierto es que conociéndome probablemente saliera de mi cabecita ese magnífico plan, el caso es que ahí estábamos: la casa rural donde se firmó el primer beso, el primer abrazo y el primer polvo, no os engañaré, no tendría ningún sentido. ¿Serías capaces vosotros de decir que no a una mirada verde oliva que cuando se cruza con la tuya parece introducirse hasta lo más profundo y descubre todos tus secretos sin que abras si quiera la boca? Sí, me lo imaginaba, pues eso es lo que nos pasó a nosotros y él lo sabía muy bien. Tras registrarnos en la casa rural la tensión entre nosotros se podía palpar en el pasillo de entrada a nuestra habitación. Tras entrar fui a dejar las cosas al precioso sofá que había junto a la puerta y casi sin poder incorporarme me vi envuelta en un mar de lenguas ávidas por conocerse, y poco después al coger aire para poder respirar, sus manos abrazaron mi cuello y mis piernas se convirtieron en gelatina; esas manos tan masculinas no daban opción a nada más y me alegré de que ambos tuviéramos los ojos cerrados, porque seguro que él también los tendría, ¿no? Con todo y con eso fui capaz de contestar a su pregunta acerca de ir a tomar algo para cenar aunque en el fondo a mí me valiera solo con sus besos aderezados de su mirada. Sea como fuera fuimos al primer bar que nos encontramos al salir por la puerta principal y no dejé pasar de lado las miradas intensas que las mujeres le echaban a mi pareja. La verdad es que no se lo reprocho, Samuel era —y aún estoy segura que sigue siéndolo— un chico imponente: alto, moreno, ojos verdes, sonrisa seductora y envolvente y una seguridad que hace que te sientas muy muy pero que muy pequeña.

De vuelta de nuevo en la habitación supe que había hecho bien en depilarme y escoger la ropa interior más sexy que había encontrado en el fondo de mi mesita de noche.

—¿Ponemos la tele?

No hará falta que os explique cómo me dejó la jarra de agua fría que cayó sobre mí aunque en pleno mes de mayo no sentara tan mal.

—Cla… claro —respondí de una manera sorprendentemente normal, sin tartamudear ni nada.

¿En serio estaba pensando en ver la tele? No le di más vueltas delante de él porque estaba convencida de que era capaz de leer mis pensamientos y me introduje en el baño. Ahí estaba, sentada en la taza del váter sin saber qué hacer cuando saliera, desconocía cuánto tiempo había pasado hasta que llamó a la puerta y me preguntó si todo iba bien.

—Perdona, el hilo dental que viene con la habitación no sé qué es pero cuesta que haga su trabajo.

Nada más decirlo y ver la expresión en su cara supe que no había estado acertada en mis palabras, pero ¿qué otra cosa podría haberle dicho? Por suerte pareció no pensarlo mucho e introdujo de nuevo su lengua en mi boca. Me colocó sobre la pared y en esta ocasión cuando necesitamos unos segundos para respirar me echó sobre la cama extra-grande y ahí mis nervios se fueron, iros a saber dónde, pero enrosqué con mis piernas su cadera a la mía y todo pareció salir como si hubiéramos hecho eso cada uno de los días de nuestra vida. Nos acoplábamos bien, respirábamos al unísono y hasta nuestros gemidos parecían conocerse. Nada de lo que hicimos me daba vergüenza, su maravilloso sexo era todo lo que había esperado cuando nos conocimos y su manera de comportarse en la cama era mucho más de lo que hubiera deseado.

A la luz de la mañana siguiente todo parecía como si el sexo entre nosotros fuera algo que lleváramos haciendo toda la vida aunque nos hubiéramos conocido hacía unas pocas semanas. Las risas inundaron la estancia donde el olor a café lo colmaba todo, o casi todo… pero en esta última ocasión, la que he venido a contaros nada salió de la misma manera, ni parecida. Tras cinco años pesaron más los defectos, la rutina, falta de paciencia y nada de miradas que me atravesaran cortándome la respiración, así que en busca de nuestros comienzos nos dimos cuenta que habían llegado nuestros finales, pero la verdad es que nada puede empezar de verdad si no acabó lo anterior………

Un nuevo año comienza solo si se deja atrás todo lo malo, así que ¡a por lo bueno que nos quiera traer 2024!

La parada de nuestro encuentro.

La parada de nuestro encuentro.

Bajé corriendo las escaleras de  casa, llegaba tarde, pero los recuerdos de hacía unos minutos me impulsaban a recorrer el camino con una sonrisa en la cara. Bajé los peldaños del metro no sin cuidado, pero sí dejando a un lado las sensaciones, las imágenes del estremecimiento vivido entre las cuatro paredes de mi salón. Y al suelo. Vi cómo me aproximaba a él, a cámara lenta observé cómo la fría entrada me sonreía con ironía cuando una mano impidió mi caída. Me incorporé rápido y encontré esos ojos profundos, dulces, intensos y provocadores que me salvaban de haberme partido el labio. Ese que sentía el sutil mordisco de mis dientes poniendo cara a lo que me había estremecido hacía unos minutos en el sofá bajo la cálida manta que lo vestía. Se paró el tiempo, no oía, no sentía a la gente que subía y bajaba mientras nos mirábamos. Observaba cómo sus carnosos labios se movían, pero no escuchaba lo que decía. Estaba absorta en su imagen, sus fuertes manos aún sosteniendo mi postura curvada. De repente me di cuenta y me enderecé. Mi bufanda se aflojó de mi cuello dejando entrever mi escote al que su mirada no pudo evitar dirigirse. Le di las gracias, soreí e intenté seguir mi camino cuando la mano que frenó mi caída me estrechó con fuerza.

— Espera…, no te vayas, ¿me dices tu nombre? —preguntó con sutil énfasis.

No sé si fue el simulacro de caída que evitó, el conocimiento de llegar tarde o la vuelta a estremecerme, esta vez sin nada cálido en lo que esconderme. Pero solo me volví mientras le regalé una fugaz sonrisa. No pude pensar en otra cosa durante el trayecto en metro. Su mirada. Su tacto. Su voz. Debía estar aún reviviendo el momento en soledad que tanto me gustaba ofrecerme, sin una segunda persona que me hiciera el trabajo más sencillo. Casi me pasé de parada, bajé rápido del vagón dejando las puertas cerradas tras de mí y me enrosqué todo lo que pude la bufanda para así esconder la piel de gallina de mis pechos. No estaba, allí no había nadie esperándome. Me senté en uno de los bancos del andén y esperé. Tres trenes después sentí que el mío había escapado e igual era mejor volver a casa. Me puse en pie, volví a desenroscarmé la bufanda cuando una mano estrechó la mía y de nuevo la misma corriente eléctrica. Me di la vuelta. Esa mirada. Esos ojos en los que perderme.

— Ahora más que tu nombre, te pido un café con esa sonrisa tan llena de luz.

No pude sino agachar la mirada y asentir mientras sonreía. Nos encaminamos hacia la salida y entramos en la primera cafetería que encontramos. Cálida, confortable, su decoración hizo que me sentara sin dudar ,en un pequeño sofá junto al ventanal desde donde podía observerse la calle entre caras de frío, miradas de ilusión y expresiones pensativas. Llegó con dos cafés y se sentó frente a mí. Durante los primeros minutos no hablamos, solo lo hicieron nuestra miradas hasta que él volvió a romper el hielo.

— Puedes hablar si con eso te sientes menos incómoda. Yo ya hice demasiadas preguntas sin respuestas.

Otro escalofrío. Estremecerme con el olor a café y esa mirada en la que me ahogaba con gusto. Sonreí, aparté la bufanda y me apoyé sobre la mesa. Sus ojos volvieron a desviarse hacia mi pecho, lo que parecía ser pero sin serlo. Lo que parecía expresar sin palabras, esas que su mirada sí creía entender. Tomamos el café en silencio y volvimos a marchar hacia la boca de metro. Al entrar sentí cómo su mano se colocaba en mi espalda a la llegada del tren. Subimos y nos bajamos en mi estación. Nuestra estación. La parada de nuestro encuentro. Caminamos el silencio hacia mi portal, nada más abrir la puerta me arrinconó contra la pared y dijo:

— No sé tú, pero me encanta que tus prisas nos hayan encontrado.

Sin decir nada más subimos al ascensor donde me estrechó  sin apenas dejar pasar el aire entre nuestros labios ansiosos. Abrí la puerta de casa y antes de que la puerta se cerrara abrazó mi cuello y la intensidad de su mirada se intensificó. Puede apreciar cómo sus labios se entreabrían buscando mi humedad. Lo sentí, puro, mío, sin preguntas cuando me apoyó sobre la pared y se dejó llevar. Intenso, con mirada penetrante sus manos buscaban mi cuerpo y se amoldaban. A mi cintura mientras su sexo encajó con el mío. Perfecto, sin necesidad de palabras que explicaran qué pasaba. La parada de nuestro encuentro se convirtió en el puzle de nuestros cuerpos que encajaban como si no fuera la primera vez que se encontraban.

Sin pensar.

Sin pensar.

vino

– ¡Qué sí! Tiene que salir bien. -La voz de Silvia sonaba desgarradora a través del hilo telefónico.

– No te pongas nerviosa, solo quiero que lo pienses bien, que mires al futuro e imagines cómo podría resultar todo.

– ¡Qué manía con mirar al futuro! ¿Qué pasó con aquello de disfrutar del presente…? ¿Ya no está de moda?

Apenas cinco minutos más duró su conversación. < ¿Qué demonios les pasa a todos? ¿Es envidia? Por fin tengo una relación que me llena, le miro y sé que es él, ¿tan difícil es de entender?>. Silvia no paraba de dar vueltas por casa, el siguiente paso debería ser el más fácil. Cogió su teléfono móvil y tecleó: Tenemos que hablar, he tomado una decisión. Casi sin tiempo de haber sido leído, oyó cómo un mensaje llegaba a su buzón: ¿Tengo que preocuparme? Quedamos donde siempre en diez minutos, tengo un rato.

Silvia decidió ir caminando. Lo dejaría todo, a su familia, a sus amigos… su futuro. Tendría que buscar un trabajo que le permitiera no depender de nadie. En ese momento su conciencia apareció, llevaba demasiado tiempo ausente: < ¿tan difícil tiene que ser el amor? ¿tan complicado si realmente es el verdadero?>. Cerró los ojos y continuó caminando de camino al pequeño hotel donde siempre se encontraban.

Llamó a la puerta y Sergio le abrió. < ¿Cómo podría resistirme a esa mirada que me dice todo lo que puedo necesitar saber?>. Se abalanzó sobre él y sintió cómo sus lenguas se enredaban. Una corriente la recorrió de pies a cabeza cuando esas masculinas manos abrazaron su cintura de avispa estremeciéndola. Sergio la llevó a la cama y se tumbó sobre ella. Silvia podía sentir su erección por ella,humedeciendo su entrepierna imaginando lo que estaba a punto de venir. Le desabrochó despacio su camisa y sus perfectos pechos, esos con los que tanto soñaba Sergio, se mostraron frente a él. Los saboreó, los recorrió con las yemas de sus dedos mientras oía cómo Silvia comenzaba a gemir suavemente entrecortándose su respiración. Comenzaron a frotarse y Silvia dejó de pensar, su conciencia estaba dormida y solo su cuerpo parecía tener el control. Desabrochó la cremallera de Sergio y liberó su sexo endurecido por ella. Lo acarició suavemente, rozando con delicadeza su glande provocando que sobre ella, Sergio no pudiera evitar besar su labio inferior mientras la miraba y se movía más rápido. Le subió la suave falda de verano e introdujo sus dedos en ella, húmeda por él y deseosa de mucho más. Sin pensarlo más se puso de pie y se quitó la ropa. Volvió a colocarse sobre ella y susurrándole al oído cuánto la quería su sexo pudo sentir esas paredes tan cálidas y ávidas de él. Cuando Silvia sintió cómo su sexo se hacía aún más grande dentro de ella se arqueó consiguiendo que sus orgasmos se fusionaran e invadieran toda  la habitación. Se miraron y Sergio cayó a su lado jadeante.

Se levantaron y se dirigieron a la ducha. Enjabonando a Sergio, Silvia no pudo aguantar más tiempo en silencio.

– tenemos que hablar…

– No, por favor, no me dejes. Sé que es complicado, nunca he sentido nada así, nunca he congeniado tanto con alguien…, tanto en la cama como fuera.

– No dejas muy bien a tu mujer… para qué te voy a engañar.

– Te he explicado cientos de veces qué pasó entre nosotros, cómo solo pensaba en los niños y dejó de lado nuestra relación.

– No quería hablar de eso…, solo quería comentarte que esto no son unas vacaciones…, que la semana que viene no volveré a casa. -La cara de estupor de Sergio no escapó de la conciencia ya despierta de Silvia.

– ¿A qué te refieres? No entiendo nada…

– Voy a venir a vivir aquí, he estado mirando pisos y puedo permitírmelo… al menos durante un tiempo. Después, ¡Dios dirá! -El estuporpor en Sergio cambió a terror, sí era terror.

– Pero… ¿vas a hacerlo por mí?

– No estoy equivocada con esto, te quiero, estoy enamorada de ti, de alguna manera u otra conseguiremos que esto funcione. -Sergio la abrazó mientras el agua corría sobre ellos y volvieron a ser uno.

Silvia volvió al hotel feliz, orgullosa de llevar a cabo su plan. Conocedora de las dificultades, pero con fuerzas renovadas. < Es normal que sintiera miedo al principio, su vida también va a cambiar, ya no soy solo una veraneante>. Salió a cenar algo antes de meterse en la cama, comenzaba una nueva vida llena de esperanza junto al hombre que quería.

Cuando amaneció se sintió feliz, sus fuerzas seguían intactas y quería ponerse en seguida a buscar su futuro hogar. Mientras veía en el portátil ofertas, metros cuadrados, pasaban las horas y no sabía nada de Sergio. Bajó a comer y le llamó. Nada, Apagado. La tarde transcurrió entre más fotos y más ofertas. Volvió a llamar. Nada. Ya en la cama, con la oscuridad de la habitación sobre ella, oyó un mensaje: «Lo siento, no puedo, no me odies. Vuelve a casa, será una historia maravillosa para el recuerdo. Te echaré de menos».

Química Parte1

Química Parte1

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Mientras dejaba las cosas recién llegada a casa, no dejaba de pensar si llamarle o no. < ¿Cúanto hace que nos conocemos…, un año? No somos tan íntimos, pero nos llevamos bien aunque no deje de pincharme, así que…, sí, le llamaré en cuanto me ponga cómoda>. Sentada frente al ordenador, descolgó el teléfono aprovechando que sus padres estaban en la sala y no podían molestarla. Hablaron como si se conocieran de toda la vida y cuando se quiso dar cuenta llevaban cuarenta minutos…, pero en realidad habían parecido cinco.

Álvaro era un conocido -porque no creía que fueran realmente amigos-, de su novio con el que ya llevaba casi tres años; este último, lo habían pasado con un nuevo grupo en el que Álvaro parecía ser la alegría de la fiesta. Acababa de quedarse soltero después de que su novia, qué vivía a cientos de kilómetros, pusiera punto y final a todo. Cuando Julia la conoció hacía ya unos meses, se quedó bastante sorprendida. No entendía cómo él, alto, guapo, simpático y tremendamente divertido…, podría haberse fijado en ella. < ¿Qué demonios ha visto en Carmen? Vale que yo no soy Charlize Theron, pero estoy bastante mejor que ella>. No pudo evitar sentirse culpable por ese ataque de malvadez envidiosa, pero si no podía ser sincera con ella misma, ¿con quién? Julia siempre había querido ser la más guapa, la que más gustara, la que captara toda la atención…, así que no se planteó que aquella reflexión más propia de una víbora (o niña de cinco años), fuera por nada en concreto.

Una semana después, ambos estaban frente al ordenador chateando, y Álvaro seguía en su línea de incordiar. < ¡¿Pero por qué lo hace?! Solo le falta tirarme de la coleta…, parece que estemos en el patio del colegio>.

-Ya te estás pasando, ¿no podemos llevarnos bien? -No quería parecer enfadada, pero le cansaba ya ese trato. Miraba a todas las chicas, hacía comentarios sobre ellas y parecía no haberse percatado de que ella también era una chica…, aunque emparejada sí, pero chica al fin y al cabo. < ¿Acaso no tiene ojos para mí? Nunca le descubrí mirándome>.

-¿Qué dices? ¿Te molesta? Solo estoy bromeando, pensaba que lo sabías.

-Con las demás no eres así.

-Así…, ¿cómo?

-¡Pues ya sabes! Fastidiando todo el rato… -No sabía por dónde escapar. < ¡Al final va a creer que me gusta!>.

-¿Acaso no te das cuenta? -Julia abrió los ojos como platos, los puso en blanco, los dio miles de vueltas y volvió a leer intentando ver qué se le estaba escapando-. Me gustas.

Ahora sí, oficialmente se había quedado paralizada y tendrían que venir los bomberos para que tuviera algo por lo que apartar la vista de la pantalla. < ¿Qué? O sea…, ¿Quuééééééééééééééé? ¿Cómo? ¿Cuándo? Nunca me mira, de hecho parece rehuirme. Ohhh…, no, no puede ser, sigue tomándome el pelo>.

-Ya vale por favor, ahora sí que te has pasado. No tiene ninguna gracia ¿sabes?

-Jajaja -Julia creyó pensar que ahora ya estaba riéndose de ella abiertamente, pero solo leía, no podía oír el tono de sus palabras y a lo mejor era una risa nerviosa. < Que no, que no, que nooo…, ¡no puede ser!>-. ¿Crees que estoy bromeando con algo así? No me tomes el pelo.

-Nunca me miras, ambos sabemos que eres un cerdo y…, ¡nunca te he pillado mirándome!

-Dejando a un lado esa afirmación, ¿alguna vez has intentado llamar mi atención? ¿Es eso lo que quieres decir?

-Si lo que dices fuera verdad no necesitaría llamarla ¿no? -Ahora sí que no sabía por dónde escapar. < No me está viendo a través de este aparato infernal ¿no? ¿nooooo?>-. En serio, no sigas, ya hablaremos ahora no puedo.

Necesitaba salir de ahí, poder volver a leer la conversación y ver dónde se había perdido o metido la pata. No tenía ni idea de qué diantres estaba hablando. Se puso en pie y comenzó a andar en círculos por la diminuta habitación, aún dudaba si él podía estar viéndola, < este chat no tiene cámara ¿no? ¿o tengo que tenerla yo?>; así que decidió salir al pasillo. Cuando volvió se encontró con varios mensajes y Álvaro aún conectado.

-Espera, por favor, tenemos que hablar de esto antes de vernos mañana con todo el grupo.

-¿Hola? ¿Sigues ahí? Por favor no te vayas Julia.

-Eh ¡venga! Ya sabía que no te lo tenía que haber dicho, estás con Sergio y he sido un idiota pensando que quizá podría gustarte; pero siempre te ríes tanto con mis tonterías…

-Sigues conectada, tienes que estar ahí…

-No pienso rogar más…

-Venga por favor, ahora sí que estás siendo tú la cruel, ¡no te he dicho nada que no fuera verdad!

-Perdona han venido mis padres. -Ya que estaba casi segura de que no podía verla ni escucharla, podría mentir sin que se diera cuenta ¿no?-. Creo que es mejor que olvidemos todo esto, nos veamos mañana con todos y actuemos con normalidad.

-Julia, Sergio estará allí y no se cómo me sentará veros juntos…, esto tenemos que hablarlo los dos solos.

-¡¡Llevas viéndonos juntos un año!! No me vengas con esas.

-Pero tú no sabías lo que pensaba cada vez que te veía, y yo sabía que tú no lo sabías… ¡Ahora me mirarás de manera diferente! En serio, tenemos que vernos. Mis padres se fueron al pueblo, voy a buscarte, y hablamos esto en casa tranquilamente.

-Tengo que hacer cosas antes de ir a cenar con Sergio, no puedo. Mañana nos vemos.

-Por favor no me dejes así, no puedo verte con todos como si esto no hubiera ocurrido. Te acompaño a hacer todas esas cosas que dices que tienes que hacer, solo dime dónde y cuándo. -No parecía querer rendirse, así que Julia accedió en verse en una hora en el centro comercial.

< ¡¿Qué he hecho, qué he hecho!? Tranquila, no te gusta, está bueno sí…, pero no hay química. ¡¡Eso!! No hay química, gran argumento. Hablaremos como dos personas adultas y mañana estará todo olvidado>. Se puso lo primero que encontró, no sea que pensara que se había arreglado para él, y salió corriendo al metro para no llegar tarde.

< ¡Bien bien bien, aún no ha llegado! Madre mía…, y ¿yo? ¿Cómo he llegado hasta aquí?>

La verdad que no tuvo que pensarlo mucho, sin apenas darse cuenta se vio frente al stand de los video juegos del El Corte Inglés… “wow, cómo me gusta este juego. ¡A ver cuándo puedo comprármelo”“si prometes no seguir portándote así conmigo…, yo te lo regalo”…; una mirada esperanzada y segura de la respuesta que escucharía, se dibujó en la cara de Julia. “Ya…, pues entonces mejor espero sentado”. El rictus en la cara de Julia se reflejó en los ojos de Sergio y pudo verlo ella misma…“perfecto, con eso queda todo más claro, ¡¿pero tú sabes lo que me acabas de decir?!”. Sergio simplemente la miró con arrogancia y siguió recorriendo con sus dedos los video juegos colocados frente a él.

Julia se quedó paralizada sin saber si aún no se había despertado aquella mañana y aquello era una pesadilla, < ¿quizá a esto se refería mi madre con aquello de quedarme parada como un pasmarote?>. Fuera lo que fuera aquello, sabía que no era bueno y era solo la gota que colmaba el vaso a unos meses de desplantes y actitud prepotente que no reconocía en Sergio, y mucho menos en la persona que quería tener a su lado; <¿acabaré siendo como esas chicas que tienen una pareja estable y no les hacen felices pero tienen la sangre fría de compensarlo con escarceos más o menos regulares? ¡Imposible! ¿Estar con otro? ¿Que me vean desnuda yo que tengo una depilación bastante controvertida y solo bien hecha cuando estoy segura que la necesitaré? No, no, no…, tengo que encontrar una solución>.

– ¡Hola! ¿Hay alguién? -Julia volvió de su mundo, y vio a Álvaro frente a ella con su preciosa sonrisa de oreja a oreja-. ¿Ni siquiera dos besos…? -Iba a tener razón y no le miraría igual, Julia se dio cuenta que quien estaba frente a ella no era el chico con el que recordaba haber compartido días de fiesta durante el último año.

-¡Claro! -Quizá tambien los esperaba diferentes…, pero no, eran los mismos dos besos de siempre. Ni más lentos, ni más sentidos ni más nada. No pudo evitar sentirse decepcionada-. Vamos, tengo que comprarle unos CDs para no sé qué…, la verdad que desconecto cuando me habla de todos esos planes frikis en los que se mete.

-Jajajajaja, sí, yo también me pierdo en esos temas, prefiero otros. -<¡Eh, espera! Esa mirada, ese comentario… ¿no tenían otro significado? ¿Me estaba intentando decir algo? ¡¡Para Julia, paraaaaaa!!>-. Después vamos a casa ¿vale? Compré bebidas y así hablamos tranquilos y no podemos encontrarnos a nadie.

-¿Encontrarnos a nadie? ¿Acaso estamos haciendo algo malo?

-Bueno…, ahora no. -Esa mirada pícara, que Julia le había visto con tantas otras chicas, apareció antes de que continuara-. Ya sabes cómo es  la gente, si no sabe, inventa.El tan común… cuenta y exagera.

Julia sonrió, bajo la mirada y entró a comprar los dichosos cds. Ya en el coche de camino a su casa le intentaba mirar de reojo y seguía auto convenciéndose de que no le gustaba lo que veía; todos los defectos posibles, y sino, los inventaba. Llegaron a casa y Julia no pudo evitar pensarlo… < ¡Cómo me gusta esta casa, y este barrio! Sí…, ya me estoy convirtiendo en una de esas chicas>.

-¿Estás bien?

-¿Qué? Perdona, ¿por qué? ¿Me decías algo?

-No no, es solo que tienes una expresión rara…, que si lo prefieres bajamos a la terraza de aquí al lado.

-No no, tranquilo, aquí estamos bien. -Ya notaba cómo se estaba poniendo colorada y lo siguiente era tartamudear. Se alejó de él y se dirigió a la sala donde tantas fiestas habían celebrado.

-Como sigas negando tantas veces…, no va a ser una tarde divertida… -Álvaro apareció con las bebidas y Julia pudo jurar que veía algo, no sabía el qué, en esa mirada tan penetrante. < ¿Es cómo las que regala a todas las demás cada sábado? Creo q hay algo diferente… ¡pero como para fiarme de mí misma!>.

Álvaro le ofreció uno de los vasos y se sentaron en el sofá. Antes de que Julia pudiera decir nada, él encendió la televisión y comenzó a cambiar de canal sin tiempo a ver qué echaban en cada uno. Se suponía que habían quedado para aclarar lo que había pasado apenas hacía un rato; Julia estaba desconcertada, < ¿es una broma? Se supone que le gusto ¿no? ¿Qué hace viendo qué hay en la tele?>.

-¡Mira!Esta puede estar bien, por lo menos parece ser de esas tontas… -Antes de que Julia pudiera siquiera mirar lo que tenía delante, Álvaro comenzó a reírse con naturalidad pareciendo que realmente sí le gustaba la película. De repente dejó de reírse y la miró-. Pero ¡vamos! Que podemos poner lo que quieras.

-No, no, está bien… -< Soy completamente nueva en esto, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Hablo? ¿Dejo pasar el tiempo? Tendré que seguir diciendo que no para al final hacer lo que él propone, que por cierto…, ¿qué leches es?>-. Aunque…, se supone que íbamos a dejar zanjado lo de antes ¿no?

-Yo ya lo he dicho todo, la televisión solo es paja de fondo …-< ¡Qué gran símil! >-. Ahora te toca a ti.

Álvaro no la miró, era la primera vez que sentía esa inseguridad y vergüenza hablando con una chica y sabía perfectamente por qué era. Si ella no daba el primer paso, él ya había dado el suyo. Pasaban los minutos y ambos fingían estar muy metidos en la película, hasta que Julia se levantó dispuesta a marcharse. Había quedado con Sergio y se le haría tarde si no se iba ya. Sentados en el sofá se habían acortado distancias, pero nada pasaba de ahí

-Espera…, si quieres te acerco yo y así podemos hablar.

-¿Ahora? ¿Después de más de una hora…?

Estaban de pie en medio de la sala, y sin saber cómo, Julia creyó que todo desaparecía a su alrededor…, no oía ni veía nada, todo se había difuminado. Un escalofrío completamente desconocido la recorría despacio, aumentando en intensidad según pasaban los segundos y sentía a Álvaro más cerca de lo que creía…, < Esto sí que es completamente nuevo, ¡cómo me está mirando! ¿Qué se supone que debo hacer, coger la puerta y marcharme…? no, no, no, ¡otra vez negando! Esto hay que dejarlo zanjado ahora>.

-¡Vale! Si me llevas, me quedo y hablamos. -Se acercó al sofá y se sentó esperando que Álvaro hiciera lo mismo.

De nuevo se encontraban frente al televisor cuando una escena, se supone que graciosa, estaba más subida de tono de lo normal. < Perfecto, ahora estimulación visual…, ¿qué es lo siguiente? Ehhh, un momento, ¿qué es eso?>. Julia miró de reojo a Álvaro y vio cómo su mano recorría despacio, más bien acariciando, su muslo. Tenía la mirada fija en la televisión, estaba convencida de que no estaba siendo nada discreta mirándole y él se estaba dando cuenta, pero no dejaba de serpentear sus dedos sobre su pierna. < Ufff…, se me va de las manos, ¡bueno!, son sus manos las que van por donde quieren>. Julia miró el reloj y parecía no pasar el tiempo, el segundero no quería moverse y sus bocas no pronunciaban palabra, < habla, habla, hablaaaaa>. Justo en ese momento, debatiéndose entre lo que debía y lo que quería, Álvaro apoyó su cabeza suavemente en su hombro y se acurrucó junto a ella, abrazando por detrás de su espalda su perfecta cintura;  no pudo evitar reaccionar con un respingo que la sobresaltó a ella misma. < ¡Qué bien Julia, cómo disimulas!>. No pudo evitarlo, se armó de valor y le miró…, ahora sí encontró su mirada buscando la suya y gritando a los cuatro vientos lo que quería de ella.

-Te veo venir ¿eh? No creas que no me doy cuenta de cómo vas avanzando poquito a poco… -Intentó parecer tranquila, pero comenzó a darse cuenta de que su labio inferior se movía sin control, temblando, delatándola sin ninguna comprensión, dejando al descubierto todos sus miedos.

-No parece molestarte. -Y ¡sí! Ahí estaba Álvaro, ese que tantas veces había visto en acción cada fin de semana-.Si quieres puedes apartarte…, ¿prefieres que nos vayamos ya?

Julia sabía que no quería irse, que debía hacerlo pero algo dentro de ella la mantenía anclada al sofá. < Levántate, levántate y sal de aquí>. Álvaro estrechó más fuerte su cintura y ronroneando suavemente en su cuello, lo besó con una dulzura que ninguno de los dos creía posible en él.

-Álvaro para, de verdad, tenemos que hablar y terminar con esto… -Él parecía no oírla y continuaba ganándose el cariño de su cuello sin separar su cuerpo del suyo-. Tengo que irme, Sergio me espera y esto no puede pasar. No me gustas, no lo hagas más difícil.

-¡Vaya…, quién lo diría! A mí me parece todo lo contrario. -Julia reunió todas las fuerzas que encontró, que a decir verdad no eran muchas, y se volvió a poner de pie alejándose del sofá-. Muy bien, como tu quieras.

Álvaro se levantó y se colocó de pie frente a ella. No quería tocarla, sabía que si lo hacía no podría soltarla. Llevaba desde que la conoció deseándola en silencio, preguntándose qué había visto en Sergio y cómo era posible que no se diera cuenta que merecía mucho más de lo que él parecía ofrecerla. Se veía a leguas que no la trataba como ella necesitaba y ¡qué decir de su físico! ¡¡No pegaban ni con cola!!; frente a él tenía a una chica preciosa, simpática y divertida, que ni siquiera se quería lo suficiente cómo para ver que podía aspirar a mucho más.

-Bueno ¿qué? Entonces… ¿nos vamos? -Intentó mirarla de la manera más intensa que pudo, con toda esa intensidad que solo sentía cuando Julia estaba cerca.

-¿Está todo aclarado? -Le miró intentando descubrir si podía descifrar la mirada de Álvaro.

-¡Claro! -Álvaro suspiró y la dio un abrazo. Se dio por vencido mientras intentaba alargar ese abrazo que le parecía el mejor regalo posible…, dadas las circunstancias claro.

Se separaron, Julia miró el reloj que marcaba la hora de marcharse situado sobre el televisor, y sin pensarlo dos veces le besó… <¿Qué haces, qué haces… ¡¡¿¿Qué haceeeees??!!>. Se miraron y Álvaro no podo ocultar su sorpresa, su confusión. ¿Qué significaba aquello? Fue un beso químico, como aquellas mezclas que se realizaban en el colegio… pero sobre sus labios en vez de en una cubeta. Corto, sin poder disfrutar de saborearse, pero lo suficientemente intenso como para que miles de preguntas entraran sin llemar en sus torrentes sanguíneos.

-Ehh…, ¿nos vamos? -Julia no sabía cómo escapar de ahí, solo sabía que si quería zanjarlo había escogido el camino más complicado. Se dio la vuelta y se dirigió a la habitación donde había dejado sus cosas nada más llegar.

Álvaro salió tras ella y la cogió del brazo justo cuando cogía su bolso.

-¿Qué ha significado eso? ¿Vas a dejarme así? No pienso llevarte junto a Sergio teniendo tu sabor en mis labios.

-Álvaro…, me has besado tú, no me dio tiempo a apartarme. -Ni siquiera ella misma se lo creía, no sabía qué le había llevado a hacerlo y ahora solo sentía cómo el pánico la recorría mientras sus labios ansiaban los que veían sus ojos.

Álvaro se acercó rápido, sin previo aviso, arrinconándola contra la pared y besándola sin preguntar. Ahora sí, apasionadamente, abrazó su cuello con sus manos y encarceló su cuerpo con el suyo. Julia no podía creer lo que estaba pasando, todo lo que sentía… < ¿Acaso he sentido esto antes? ¿Acaso Sergio me ha besado así alguna vez? Dios mío, he cruzado la línea y ya no puedo, ni quiero dar macha atrás>.

-Tengo que irme por favor, dame tiempo, necesito pensar en todo lo que ha…, bueno está pasado…, por favor. -Su mirada imploraba comprensión y suplicaba espacio para poder respirar. Respirar alejada de los jadeos entrecortados de Álvaro, que tanto agitaban su cuerpo ávido de sensaciones, y que ni siquiera ella misma era consciente de necesitar.

Se separaron, recogió el bolso, que sin saber en qué momento había terminado en el suelo, y se marcharon sin decir nada. El silencio en el coche era intenso, tanto como lo que había pasado hacía unos minutos y mucho más de lo que nunca antes Julia había compartido con nadie. < ¿Cómo voy a mirar ahora a Sergio…? ¡¿Cómo voy a poder besarle?! Quiero dormir con su sabor en mis labios, no quiero que Sergio me lo arrebate>.

-Pareces ausente. -Sergio ni siquiera la miró mientras hablaba, simplemente escupía una palabra tras otra  sin esperar respuesta.

-¿Si? No sé, quizá pienso en que el lunes te marcharás fuera tres semanas,en  la discusión del otro día…

-¿Aún sigues con eso? De verdad que creo que ya no tienes edad para esas tonterías. – <Bien bien, veo que sigue en las mismas…>-. ¿No crees que sería mejor pensar en buscar trabajo mientras estoy fuera?

Julia se quedó en silencio dándose cuenta de que ya ni siquiera le importaba; aún sentía el sabor de Álvaro en sus labios, esos que ni siquiera había besado aún Sergio una hora después de verse. Tras lo que pareció una cena eterna, al fin llegó a casa, mañana volvería a verle, estarían todos pero seguro que podría robar alguna mirada a Álvaro.

Llegaron los primeros a casa de Álvaro y Julia no dio lugar a que la situación dejara intuir a Sergio que algo pasaba, aunque ¡claro!, él nunca creería que pudiera fijarse en ella alguien mejor que él, ¿acaso es que había alguno que lo fuera?

-Me encanta tu casa Álvaro, el barrio…, ¡todo!

-Sí, no está mal. -Contestó Sergio con su tono de superioridad, ese que últimamente tanto irritaba a Julia.

-¿Qué os pongo chicos? -Álvaro se acercó tras ellos mirando también por la ventana y rozó suavemente la cadera de Julia que no pudo evitar estremecerse tambaleándose.

-Bájate del reposa brazos anda, que al final te vas a caer. -Replicó Sergio, al que Julia ni siquiera miró mientras sí compartió una mirada con Álvaro que hizo que su entrepierna comenzara a palpitar.

No tardaron mucho en llegar los demás y comenzaron a beber y reír como una noche de tantas, hasta que Julia sintió la mano de Álvaro acariciando su muslo desnudo bajo la mesa, mientras deslizaba su falda poco a poco hacia su vientre. Se paró el tiempo y pudo verlo todo como si de una escena ajena a ella se tratara. Todos reían, el alcohol ya empezaba a coger forma en cada uno de ellos, y Julia creyó que era lo mejor para que nadie repara en el rubor que notaba nacer en sus mejillas.

-¡Eh eh, chicos! Cuidaréis bien de mi chica mientras esté fuera ¿no?

-No lo dudes, Julia es uno de los nuestros y se sentirá como en casa ¿verdad? -Álvaro la miró atravesándola con esos ojos que solo expresaban pasión contendida de tenerla tan cerca y no poder hacerla suya.

-Bueno, bueno…, pero portaros bien que no me fío de vosotros ¿eh? -Julia intentó salir bien parada de entre las risas de todos, y las contracciones que sentía bajo su ombligo-. Voy a llevar los platos a la cocina Álvaro, ¿los meto en el lavavajillas?

-Venga, si insistes te acompaño. -A Julia le hubiera gustado más bien insistir en hacer otra cosa…, pero no era el momento. Tendría que esperar y creía que podría hacerlo.

Caminando por el pasillo detrás de él, sentía que iba a tirar todo al suelo. < ¡Por Dios! Voy a desfallecer con sus insinuaciones>. Cruzó la puerta de la cocina y sin tiempo a dejar los platos, Álvaro abrazó su cuello y se abrió paso entre sus labios. De nuevo todo volvió a quedar difuminado olvidando el mundo alrededor, la lengua de Álvaro besaba cada rincón de su boca mientras Julia la saboreaba dentro de ella. Álvaro se separó cuando oyó cómo alguien se acercaba camino del baño… <Cuidadín que os veo y aún no hay que empezar a cuidarla machote, jajaja>.
Adrián andaba más bien por inercia y no parecía haber visto nada.

-Tranquila, ya están borrachos. -Álvaro la miró tranquilo, como si por sus venas no corriera esa corriente explosiva que quemaría a Julia de un momento a otro. Dejó los platos en la encimera y volvió al salón.

-¿Aún no habéis recogido el mantel?

-¡Eh! Relájate y disfruta anda. -< Sergio mandando qué raro>-. Julia arrugó el mantel y se lo llevó a la cocina haciendo caso omiso de sus palabras, se cruzó por el pasillo con Adrián y sí es cierto que ya iba borracho, ¡vaya si lo estaba!

-Espero que aún quede mucho por traer y poder seguir así…, robándote besos. ¡Venga no te preocupes! Nadie nos va a ver. -Ambos se fundieron en un beso aún más intenso que el de su habitación contra la pared del día anterior, olvidando lo que ocurría en la sala al final del pasillo y centrándose en disfrutar el poco tiempo que tenían.

-Álvaro, ¿hay más hielo? -Sergió entró sin que le hubieran oído acercarse y Julia se puso de rodillas sin pensarlo-. ¿Qué haces en el suelo mi vida?

-Intentaba recoger la que he armado tirando todo lo que había en el mantel, ya os vale haberlo dejado todo aquí.

< ¡Por los pelos! ¿Qué estoy haciendo? Sergio está aquí, esto está mal.> Julia había sentido lo que suponía que esa corriente que la recorría cambiara de polaridad sin previo aviso.

-No hay muchos, si no te importa bajar a por una bolsa te lo agradecería. -Contestó Álvaro.

Sergio engañó a unos cuantos para bajar a la tienda y al final, la alegría del alcohol recorriendo sus venas hizo que se marcharan todos entre risas diciendo que se iban todos juntos como las chicas al baño… Nada más oír cómo se cerraba la puerta, Álvaro subió a Julia en la encimera y la besó fuerte, como nunca lo había hecho antes con nadie, sintiendo que tendría que hacer todo lo posible para que las tres semanas de Sergio en el extranjero supusieran un antes y un después en sus vidas.

-No pooodemos Álvaro, nooo pode…mos… -Las palabras entrecortadas de Julia no hacían sino aumentar el ímpetu con el que la acariciaba y la besaba.

La estrechó fuerte contra él y Julia respondió abrazando su cadera entre sus piernas. <¡Madre mía, madre mía, madre míaaaaaaaa! ¿Soy yo? Desde cuándo vivo dentro de una peli para adultos? ¿Acaso lo soy yo? Para adultos, hija tu siempre tan fina>.

-Te deseo, durante las próximas tres semanas no me voy a separar de ti morena… -Daba igual lo que dijera, Julia se derretía con cada gesto, cada mirada, cada roce.

-No podemos, no podemos, no podemos… -A pesar de lo que decía, se recorrían sin dejar lugar a que el aire corriera entre ellos y deseaban que los demás tardaran mucho en subir a casa de nuevo. Julia aún no entendía como de repente Álvaro había pasado de conocido casi amigo a… ¡amigo con derecho a roce y qué roce! ¿Eso es lo que era?

-Cuánto más lo digas…, más ganas me entrarán de no dejarte escapar. -Álvaro subió la mano por su muslo y rozó suavemente su sexo cuando oyó cómo volvía a abrirse la puerta.

-¿Aún en la cocina? -Sergio dejó las bolsas y se dirigió al salón. Ambos, cada uno en un extremo de la cocina como por arte de magia, fueron tras él uniéndose al grupo.

-Si os hubiérais quedado alguno a ayudarnos…

Julia y Álvaro se miraron y terminaron con los ojos lo iniciado con sus cuerpos.

El domingo transcurrió entre mensajes y llamadas de teléfono que hicieron que Julia, tuviera que bajar más de una vez a la tienda a recargar el móvil bajo la mirada acusadora de la dependienta, < hasta ella sabe que estoy haciendo algo que no debo…, ¡vaya acusación se refleja en su cara! Seguro que no ha vivido una historia así en su vida>. Tras lo vivido ayer en casa de Álvaro, no podía dejar de pensar en él.

-¡Vamos! Date prisa que a este paso no llegamos. -Julia sabía que Sergio estaba nervioso, ella también lo estaría si tuviera que irse tres semanas a Los Angeles para un curso de formación en su magnífico y maravilloso trabajo-. Todos estarán allí y verán que llegué el último.

Frente a la puerta de embarque Julia no sabía si era la emoción de perderle de vista y dejarse caer entre los brazos de Álvaro, o si realmente se enfrentaría a la decisión más difícil de su vida siendo capaz de tomar la decisión correcta. Desde luego sentía la pecera muy alejada de ella y demasiada sequedad en el ambiente, por el contrario Sergio se encontraba como pez en el agua y en el fondo, se alegraba por él.< Tras cinco años es normal ¿no?>.

-Ya voy para casa. -Julia hablaba con Álvaro sin saber muy bien cómo se sentía tras la marcha de Sergio.

-¿Quedamos allí y hablamos? -< Ya…, hablar… ¡ja!>-. O me esperas y voy a buscarte…

-Prefiero ir a casa, ya hablamos luego y esta noche nos vemos ¿vale? -Julia no quería ser ambigua con él, pero necesitaba su espacio para darse cuenta de lo que realmente quería hacer.

No le costó mucho trabajo decidirse, frente al espejo, maquillándose e intentando estar perfecta para Álvaro, solo recordaba sus besos, sus caricias y esa mirada que no recordaba haber visto nunca en Sergio, o si la había visto, había sido hacía mucho tiempo ya. < ¿De verdad quiero echarlo todo por la borda después de tanto tiempo?>, cerró su estuche que hacía tanto no utilizaba, suspiró intentando tranquilizarse y salió de casa explicándole a sus padres, que aún sin Sergio, tenía más gente con quien hacer planes.

Se dirigía al coche de Álvaro ilusionada y muy nerviosa, < ¿cómo puedo gustarle a alguien como él?>.

-¡Hola! -Entró en el coche y sintió cómo se ruborizaba y las palabras salían de su boca sin opción a que Álvaro contestara a su saludo-. Sé que había que aparcar lejos por si mis padres se asomaban a la ventana…, pero ¡vaya! Si que estoy en baja forma. ¿Dónde te apetece ir, por tu barrio o por aquí?

-Hola charlatana, si conoces algún buen sitio por aquí yo no tengo problema, tú decides. -Y sí, esa sonrisa hizo que Julia se desmoronara. < ¡Madre mía yo no voy a aguantar!>. Las contracciones entre sus piernas reafirmaron su opinión.

Entraron en ese irlandés que veía cada día de camino al trabajo, en una pequeña mesa al fondo, abrigada por la oscuridad tras la columna. Apenas sin poder hablar, se vio entre sus labios, entrelazando sus lenguas y deseando más. Cada vez le costaba más controlar sus manos, ¡y qué decir las de Álvaro! Besaba tan bien, cada roce provocaba una corriente que atravesaba cada poro de su piel y esos ojos que solo la miraban a ella hicieron que sin dudarlo pidiera la cuenta y le preguntara por un sitio alejado de cualquier persona que pudiera verles.

-Tú eres el que sabe manejarse en estas situaciones…, me fío de ti. ¡Dónde digas!

-¡Vaya fama! En fin, vamos entonces.

La oscuridad de la noche ya bien entrada, hizo que Julia se sintiera más cómoda, veía árboles a través de la ventana y las luces de la ciudad habían quedado atrás hacía ya tiempo. Escuchó el intermitente, y giraron por un pequeño camino saliendo de la carretera. Pararon, Álvaro apagó las luces y se giró hacia ella… < ¿Vamos para atrás?>. Julia sabia que no podría negar nada a esa mirada…

< ¡Madre mía! Si pensé que lo de antes era pasión… ¿qué demonios es esto?>. Sus besos eran arrebatadores, groseros, incluso violentos, tanto que encendieron algo en Julia que nunca antes con nadie había sentido. Se devoraban anhelantes, el deseo actuaba por ellos y solo se oían los múltiples halagos que pronunciaba Álvaro. Tras un buen rato solo besándose y acariciándose, le desabrochó el sujetador y sus pezones se endurecieron con el tacto de la camiseta y la excitación, que quizá antes ya de salir de casa, Julia sentía. Álvaro la tumbó con delicadeza y la miró sin decir una palabra, solo el contacto de sus ojos era suficiente. La besó despacio, recorrió su cuello y sus manos buscaron sus pezones erectos que endurecieron aún más su sexo, esperando anhelante lo que vendría después. Julia no lo dudó, y ante su propia sorpresa, introdujo su mano bajo los boxers e intentó disimular su expresión. <¡Y lo mejor está aún por llegar! Wow>.  Se incorporó y se sentó a horcajadas sintiendo su sexo duro por ella, por toda esa vorágine de sensaciones que estaban compartiendo y hacía solo unos días eran impensables para Julia. Se movía arriba y abajo escuchando los gemidos de Álvaro en su oído y deseando que este diera el siguiente paso y se introdujera en ella. Antes de lo que pensaba, la estrechó y colocó junto a él, deslizó un preservativo sobre su sexo y volvió a colocarla sobre él ante el asombro de Julia por tanta agilidad y buen hacer ante ella. Fue una primera embestida dulce, suave, casi pudo sentir cada milímetro de aquella preciosidad que formaba parte de ella y parecía no tener fin, cuando toda ella estaba entre sus paredes ávidas de él, no pudo evitar gemir alto, mirándole para creer que de verdad aquello no era un sueño. A partir de ahí, las embestidas fueron cada vez más fuertes y Julia fue acompasándose a ellas como si siempre hubieran compartido esos momentos. < ¿De verdad soy yo quien se mueve así? ¿Qué es lo que he estado compartiendo con el resto de chicos todos estos años?>.

Terminaron, y aún con la falda a modo de cinturón, Julia no sintió vergüenza…, solo una sensación de bienestar, de haber llegado a casa… ¿acaso lo había encontrado? ¿Era él?

Química incontrolable

Química incontrolable

mordiendo

El domingo quedó atrás entre mensajes y llamadas de teléfono que hicieron que Julia, tuviera que bajar más de una vez a la tienda a recargar el móvil bajo la mirada acusadora de la dependienta, < hasta ella sabe que estoy haciendo algo que no debo…, ¡vaya acusación se refleja en su cara! Seguro que no ha vivido una historia así en su vida>. Tras lo vivido ayer en casa de Álvaro, no podía dejar de pensar en él.

-¡Vamos! Date prisa que a este paso no llegamos. -Julia sabía que Sergio estaba nervioso, ella también lo estaría si tuviera que irse tres semanas a Los Angeles para un curso de formación en su magnífico y maravilloso trabajo-. Todos estarán allí y verán que llegué el último.

Frente a la puerta de embarque Julia no sabía si era la emoción de perderle de vista y dejarse caer entre los brazos de Álvaro, o si realmente se enfrentaría a la decisión más difícil de su vida siendo capaz de tomar la decisión correcta. Desde luego sentía la pecera muy alejada de ella y demasiada sequedad en el ambiente, por el contrario Sergio se encontraba como pez en el agua y en el fondo, se alegraba por él.< Tras cinco años es normal ¿no?>.

-Ya voy para casa. -Julia hablaba con Álvaro sin saber muy bien cómo se sentía tras la marcha de Sergio.

-¿Quedamos allí y hablamos? -< Ya…, hablar… ¡ja!>-. O me esperas y voy a buscarte…

-Prefiero ir a casa, ya hablamos luego y esta noche nos vemos ¿vale? -Julia no quería ser ambigua con él, pero necesitaba su espacio para darse cuenta de lo que realmente quería hacer.

No le costó mucho trabajo decidirse, frente al espejo, maquillándose e intentando estar perfecta para Álvaro, solo recordaba sus besos, sus caricias y esa mirada que no recordaba haber visto nunca en Sergio, o si la había visto, había sido hacía mucho tiempo ya. < ¿De verdad quiero echarlo todo por la borda después de tanto tiempo?>, cerró su estuche que hacía tanto no utilizaba, suspiró intentando tranquilizarse y salió de casa explicándole a sus padres, que aún sin Sergio, tenía más gente con quien hacer planes.

Se dirigía al coche de Álvaro ilusionada y muy nerviosa, < ¿cómo puedo gustarle a alguien como él?>.

-¡Hola! -Entró en el coche y sintió cómo se ruborizaba y las palabras salían de su boca sin opción a que Álvaro contestara a su saludo-. Sé que había que aparcar lejos por si mis padres se asomaban a la ventana…, pero ¡vaya! Si que estoy en baja forma. ¿Dónde te apetece ir, por tu barrio o por aquí?

-Hola charlatana, si conoces algún buen sitio por aquí yo no tengo problema, tú decides. -Y sí, esa sonrisa hizo que Julia se desmoronara. < ¡Madre mía yo no voy a aguantar!>. Las contracciones entre sus piernas reafirmaron su opinión.

Entraron en ese irlandés que veía cada día de camino al trabajo, en una pequeña mesa al fondo, abrigada por la oscuridad tras la columna. Apenas sin poder hablar, se vio entre sus labios, entrelazando sus lenguas y deseando más. Cada vez le costaba más controlar sus manos, ¡y qué decir las de Álvaro! Besaba tan bien, cada roce provocaba una corriente que atravesaba cada poro de su piel y esos ojos que solo la miraban a ella hicieron que sin dudarlo pidiera la cuenta y le preguntara por un sitio alejado de cualquier persona que pudiera verles.

-Tú eres el que sabe manejarse en estas situaciones…, me fío de ti. ¡Dónde digas!

-¡Vaya fama! En fin, vamos entonces.

La oscuridad de la noche ya bien entrada, hizo que Julia se sintiera más cómoda, veía árboles a través de la ventana y las luces de la ciudad habían quedado atrás hacía ya tiempo. Escuchó el intermitente, y giraron por un pequeño camino saliendo de la carretera. Pararon, Álvaro apagó las luces y se giró hacia ella… < ¿Vamos para atrás?>. Julia sabia que no podría negar nada a esa mirada…

< ¡Madre mía! Si pensé que lo de antes era pasión… ¿qué demonios es esto?>. Sus besos eran arrebatadores, groseros, incluso violentos, tanto que encendieron algo en Julia que nunca antes con nadie había sentido. Se devoraban anhelantes, el deseo actuaba por ellos y solo se oían los múltiples halagos que pronunciaba Álvaro. Tras un buen rato solo besándose y acariciándose, le desabrochó el sujetador y sus pezones se endurecieron con el tacto de la camiseta y la excitación, que quizá antes ya de salir de casa, Julia sentía. Álvaro la tumbó con delicadeza y la miró sin decir una palabra, solo el contacto de sus ojos era suficiente. La besó despacio, recorrió su cuello y sus manos buscaron sus pezones erectos que endurecieron aún más su sexo, esperando anhelante lo que vendría después. Julia no lo dudó, y ante su propia sorpresa, introdujo su mano bajo los boxers e intentó disimular su expresión. <¡Y lo mejor está aún por llegar! Wow>.  Se incorporó y se sentó a horcajadas sintiendo su sexo duro por ella, por toda esa vorágine de sensaciones que estaban compartiendo y hacía solo unos días eran impensables para Julia. Se movía arriba y abajo escuchando los gemidos de Álvaro en su oído y deseando que este diera el siguiente paso y se introdujera en ella. Antes de lo que pensaba, la estrechó y colocó junto a él, deslizó un preservativo sobre su sexo y volvió a colocarla sobre él ante el asombro de Julia por tanta agilidad y buen hacer ante ella. Fue una primera embestida dulce, suave, casi pudo sentir cada milímetro de aquella preciosidad que formaba parte de ella y parecía no tener fin, cuando toda ella estaba entre sus paredes ávidas de él, no pudo evitar gemir alto, mirándole para creer que de verdad aquello no era un sueño. A partir de ahí, las embestidas fueron cada vez más fuertes y Julia fue acompasándose a ellas como si siempre hubieran compartido esos momentos. < ¿De verdad soy yo quien se mueve así? ¿Qué es lo que he estado compartiendo con el resto de chicos todos estos años?>.

Terminaron, y aún con la falda a modo de cinturón, Julia no sintió vergüenza…, solo una sensación de bienestar, de haber llegado a casa… ¿acaso lo había encontrado? ¿Era él?