Una vista atrás

Una vista atrás

—Si supieras lo que estamos votando arriba… —me dice Javi con esa mirada de deseo, ante mi posible pregunta para que continúe con lo que de verdad ha venido a contar.

—Miedo me das… anda dime —replico con expresión supuestamente ávida antes su respuesta.

—Quién es la más buenorra de la clínica y de momento, ahora es que hemos parado para desayunar, estás entre las tres primeras.

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Nunca. Nadie.

Nunca. Nadie.

Se despertó agitada, las sábanas estaban revueltas entre sus piernas. Sintió una leve brisa que se introdujo en la habitación y se estremeció, su sexo se contrajo y sus pezones se endurecieron. Hacía mucho que no se sentía así, que esas sensaciones parecían olvidadas o perdidas en quién sabe dónde. Se sentó sobre la cama dejando más al descubierto su pecho y su espalda ya con la piel de gallina… una sensación que le transmitía unas sensaciones que la llevaban muy lejos de allí. Puso los pies sobre el suelo y pudo ver a través de la ventana cómo el aire mecía las hojas de los árboles. de manera sutil y hasta dulce. Parecía acariciarlas. Cerró los ojos y deseó que él volviera, que sonara la puerta y su aroma lo inundará todo sin dejar que nada más ocupara espacio entre las cuatro paredes de su casa. Pero no, hacía mucho que se había obligado a olvidar esa mirada intensa y penetrante que tanto cambiaba sus días, incluso los minutos de estos. Se levantó, pero él no se alejó de ella, de su pensamiento ni de sus recuerdos. Caminaba despacio hacia la cocina, el suelo frió despertó la planta de sus pies y fue ascendiendo de manera casi automática por su cuerpo. Llegó a la cocina, echó el café en la cafetera, agua y la encendió. A los pocos minutos comenzó a desprender ese olor que tanto le gustaba, inhalaba con placer y le hacía pensar que un nuevo comienzo era posible. Un mensaje en el móvil la apartó de todas aquellas sensaciones que la recorrían. Exhaló  rápido el aire y con gesto de desagrado volvió a la habitación a por el móvil que descansaba sobre la mesita de noche. Lo abrió, era un número desconocido. Según leía, sus ojos se iban abriendo aún más…, hacía tanto tiempo ya. Una oleada de sentimientos la atravesó sin pedir permiso, como siempre hacía y ya casi había olvidado. Sí, era él. De nuevo, tan parco en palabras como siempre a la vez que intenso. « ¿Por qué ahora, por qué tras tanto tiempo?», no dejaba de preguntarse. Ella siempre había conseguido encontrarle un hueco en su vida, pero él no parecía hacer lo mismo. Aparecía y desaparecía sin razón aparente, pero ella seguía ahí. Siempre. Estremeciéndose con cada palabra escrita. Con cada noticia suya. Pero hacía tanto ya… su vida había cambiado, habían sido unos meses complicados y no sabía si estaría dispuesta a pasar de nuevo por sus idas y venidas aunque su cuerpo expresara lo contrario. Su pareja tomó otro camino y pensaba que él había hecho lo mismo. Soltó el móvil sobre la cama y decidió volver junto a la máquina de café, ese rincón tan suyo que nadie podría arrebatarla. En silencio, con el calor de la taza en las palmas de las manos y ese olor inconfundible. De nuevo, otro mensaje. Esta vez fue despacio, taza en mano. Se sentó y miró con el rabillo del ojo el móvil… « sería otra vez él?», tanto tiempo esperando y ahora… No, no volvería a caer, ella, su vida, todo lo que había pasado era más importante, más que él. Nunca volvería a pensar que él sería más importante que ella. Lo desbloqueó, pulsó leer y comenzó a poner sus ojos sobre las letras seguramente tan pensadas…

No me olvidé de ti, siempre en mis pensamientos, en mis noches y mis despertares. Siempre tú. Nuestras sensaciones. Nuestra historia.

Cerró los ojos y cogió todo el aire que puso, cerró sus manos con fuerza y se dejó caer sobre la cama tras colocar la taza sobre la mesita. Boca arriba, vio el techo blanco, impoluto y lo supo. Nunca volvería a dejarse, nunca volvería a dejar que alguien traspasara su piel aunque su cuerpo dijera lo contrario. Nunca. Nadie. Su cuerpo era solo suyo y nadie mejor que ella sabía como acallarle…