Impotencia

Impotencia

ojos

Abrió los ojos, sentía las piernas entumecidas, el abdomen acorchado y miles de agujas pinchando la planta de sus pies…. « ¿Qué demonios pasa? Me siento como si me hubieran drogado». Miró el despertador: 7.15h. Tenía que ir a trabajar, una larga jornada de trabajo la esperaba, cuanto antes se pusiera en pie mucho mejor.

Se sentó sobre el borde de la cama y al poner los pies en el suelo algo le decía que las  cosas iban mal. Intentó ponerse de pie y tuvo que apoyarse en la pared para no caer al suelo. « Menos mal que vivo en una  caja de cerillas, ¿por qué no me responden las piernas?? ¿Tan difícil es que se coordinen? ¡Madre mía estoy empapada en sudor! Si ayer estaba perfectamente cuando me fui a la cama. Intentaré llegar al sofá y tumbarme allí, se estará más fresco».

Recorrió el pequeño pasillo tambaleándose, se apoyaba en las paredes con miedo viendo cómo su cuerpo no respondía a las señales que su cerebro intentaba enviarle. Llegó a la sala y sin dudarlo se abalanzó sobre el sofá. ¡Cuál fue su sorpresa cuando sintió el frío suelo bajo ella y cómo su cuello impactaba contra la esquina de la mesa!

Miedo…, no, terror. Sintió terror en  casa sola sin saber si podría levantarse. Estaba sola, por un segundo imaginó cómo su pareja que llegaría en ocho horas podría encontrarla muerta, tirada junto a la mesa desconociendo qué había ocurrido.

« ¿Puedo moverme? Tengo que llamar a mi madre, al hospital, ponerme en funcionamiento y saber si el golpe me ha provocado algún daño» Se agarró a los bordes del sofá y pudo ponerse en pie. Se sintió como una yegua recién salida del vientre de la madre. Sus piernas flojeaban, sus muslos temblaban por la debilidad de sus músculos y el terror volvió de nuevo a recorrer todo su cuerpo.

Llamó al hospital, llamó a su madre y se quedó dormida sobre la cama. Sentía cómo el agotamiento invadían cada uno de sus poros. Veinte minutos después un sonido la despertó. Era la doctora del hospital, recomendando que fuera al centro de salud que hasta el día siguiente no podría verla nadie del equipo que llevaban su historial.

Se acarició el cuello y sintió cómo se estaba inflamando y un quemazón se irradiaba por toda su cabeza hasta la frente.

« No puede ser, llevaba dos años bien, no me acordaba apenas de estar enferma si no fuera por la medicación de  cada mañana. La enfermedad ha vuelto, volveré a ser una carga para los que me rodean… ¿por qué me ha tocado a mi?

Realidad

Realidad

La luz intentaba cegarme y el sonido lejano de noticias deportivas en cualquier radio hacían que la euforia me invadiera y no podía ni quería perderla. Todo era perfecto, sin tocarme sabía que él estaba ahí, junto a mí, como siempre. Me rozó y sin querer introdujo aún más la vía anclada a mis venas. Abrí los ojos y el blanco de la habitación de hospital me devolvió a la realidad.

Una mano al final de la escalera

Una mano al final de la escalera

Se había convertido en una costumbre. Cada mañana acudía a la clínica y durante una hora, su fisioterapeuta podía alejarla de los dolores, de su realidad… esa realidad que tantas veces se había negado a afrontar. ¿Por qué esa tenía que ser su costumbre? ¿Por qué los demás podían disfrutar de su juventud a la espera de las enfermedades que pudieran llegar en el futuro? Lara no terminaba de entender qué tenía de positivo en su vida, qué hacía que mereciera la pena levantarse cada mañana.

Se despertaba cada día Read more